
No me atrevo a recomendarle a nadie una lectura de Tintín en el Tíbet. No en estos días. La muerte de un montañero siempre es una noticia especialmente triste. Pero si ocurre lo que ha ocurrido en el Latok, al sentimiento de tristeza se añade el de la impotencia y la incertidumbre.
Y sin embargo…no son pocos los que afirman que el arte es hijo del sufrimiento. Las grandes obras no nacen de la satisfacción y la complacencia. Así, aún cuando una lectura de Tíbet en estos momentos se hace especialmente dolorosa, también permite sacarle todo el sentido a la obra y captar matices que en otras circunstancias podrían pasar inadvertidos.
Tintín en el Tíbet (1958) es el álbum predilecto de Hergé. Fruto de una profunda crisis personal, el álbum es una alegoría. Es un ejercicio de catarsis, la búsqueda de un imposible, en palabras del propio Hergé “el exorcismo de los fantasmas o demonios personales”. Es una dura escalada en búsqueda de algo que parece inalcanzable: la aceptación personal; la integración de tus defectos y tus virtudes como un todo puro, noble, más allá de cualquier juicio. Como una alta montaña nevada.
El sentido del álbum entra en claro conflicto con el mensaje que hemos recibido estos días.
La razón, el sentido común, el cálculo de probabilidades, no arriesgar demasiado…Todos estos valores quedan en un segundo rango. Hergé propone como valores supremos la intuición, la fe, lo no-racional, el todo o nada.

De este álbum destacaría el retorno del elemento poético, ausente desde El Loto Azul. Son numerosas las bellas viñetas sin texto que embargan de nostalgia el relato.
El dibujo es extraordinario. Hergé a alcanzado su madurez, y los cuatro álbums que van de Asunto a Joyas son, en mi opinión, de un nivel superior al resto de la serie (que ya es decir).

¿Qué decir de la página 40?
Pues que es el clímax, no ya del álbum, sino tal vez de la colección. La prueba definitiva, blanco o negro, lealtad o supervivencia. Si, ya sé, ahora habrá quien dirá que exagero, que me lo tomo demasiado en serio, que esto no es un tratado de filosofía. Pues con todos mis respetos, no me sacareis de la cabeza que esas páginas tienen poco de “cómic para niños”, y son un mar de fondo brutal, comparable al de la muerte de Sócrates.

¿Qué os parece la decisión de Tintín? Y no vale decir que buena porque detrás viene Tarkey. Las decisiones se evalúan en el momento de tomarlas, no a posteriori en función de si ha salido bien o mal. Hay buenas decisiones que dan resultados nefastos, y decisiones nefastas que por azares de la vida dan con su finalidad. Tintín sabe que es una muerte segura para los dos. ¿Por qué actúa de ese modo?
Un recuerdo a todas esas almas nobles llamadas montañeros.

Un saludo :no: