
En la mitología griega Néstor fue el rey de Pilos, además fue uno de los argonautas, luchó contra los centauros y participó en la caza del jabalí de Calidón. Ya mayor luchó en Troya junto a los aqueos donde destacó por su bravura y sus habilidades dialécticas. En La Odisea Néstor regresa sano y salvo a Pilos.
En la obra de Hergé Néstor no es un rey precisamente, antes al contrario es el mayordomo de Mounlisart. Es cierto que como el héroe heleno se enfrenta a terribles enemigos como el intruso Tintín que le ataca a base de telefonazos, a Milú y al gato sin nombre del capitán, a Latón y su temible prole, al terrible Abdallah y a su séquito y hasta al escalón de la escalera… pero a diferencia del mítico Néstor, este nuestro no sale bien parado de estas batallas.



Fracasa incluso en lo más parecido que encontramos al viaje de los argonautas, cuando por primera y última vez lo vemos fuera del castillo, sale incluso de Bélgica para dirigirse al encuentro del capitán pero aún así no puede evitar la catástrofe y su señor parte hacia América ¡SIN UN SOLO MONÓCULO DE RECAMBIO!

Ni siquiera son comparables las dotes dialécticas de ambos personajes ya que si bien el Néstor homérico fue capaz de convencer a Agamenón de que tranquilizase a Aquiles para que volviese a la batalla, el hergeniano ni siquiera puede convencer a su aburguesado señor de que no acepte a los gitanos en su casa.

Al margen de los esbozos del arte alfa, la última vez que encontramos a Néstor su carácter ha cambiado algo. No duda en darse un traguito de “Loch Lomond” ni en espiar a su señor detrás de la puerta, una evolución del personaje secuela de las más drásticas que ya sufrieran otros en la odisea camino de Sydney.


Recuerdo haber leído que Hergé llegó a tener en mente un álbum en el que Néstor era acusado de un crimen, pero esta historia nunca llegó a plasmarse. Una lástima, me hubiese gustado verlo en un papel más protagonista.
Hasta pronto