
Así rezaba la profecía que la expedición Sanders-Hardmuth encontró mientras la expoliaba la tumba del el más tenebroso de los personajes de Hergé. Puesto que las momias o mallquis no se enterraban debieron hallarla en alguna edificación especial o en una cueva envuelta en capas alternas de tela y arena y atada con soga de fibra. Tal como le sucediese a Tintín meses después.


Aunque la mallqui de Rascar Capac se nos presenta en una urna con las joyas con las que fue encontrada y casi desnuda, tal como nos muestra Hergé, a menudo se añadía una máscara o una cabeza tallada en madera o cobre de aspecto realista, decorada con plumas, conchas o tela lo que garantizaba al difunto conservar la forma humana en la otra vida.

Los exploradores no tuvieron en cuenta la maldición ni tampoco que una de las características más importantes de los cuerpos momificados, era que entraban a formar parte de la categoría general de huaca («Algo sagrado»). Su contenido mágico-religioso hizo que las gentes practicasen una «adoración» constante a las momias.
Ni siquiera se detuvieron ante el hecho de que Rascar Capac fuese un Inca –nombre genérico de los reyes incas-, de hecho el término Capac (en quechua, Qhapaq o Qhapax) significa rey o jefe étnico, así en la realidad encontramos Incas tales como Manco Capac, Mayta Capac y Huayna Capac. Este hecho también debió haber servido a los expedicionarios para pensarse dos veces saquear la tumba ya que con mayor motivo los mallquis reales eran considerados sagrados ya que en ellos además estaba implícita la idea de que el Inca era el «Hijo del Sol» y que como tal estaba divinizado, de hecho el orden de jerarquía en el caso de adoración y acatamiento, coloca en primer lugar al Sol, en segundo a los cuerpos momificados de los anteriores Incas y en tercero al Inca reinante.
Como a todos los objetos y seres divinizados se les proporcionaban asiduamente ofrendas y sacrificios además de los extraordinarios introducidos en las grandes ceremonias o aniversarios. En los rituales las momias se exhibían en el exterior, donde se les hacían ofrendas de comida y cerveza de maíz (chicha). Durante las ceremonias, el pueblo narraba mitos relacionados con la historia del clan y compartía sus conocimientos. Se creía que estos rituales complacían a los dioses y proporcionaban prosperidad y mérito espiritual.
La familia (panaca) del Inca era la encargada de velar por su mallqui, curiosamente al parecer el heredero del Inca no formaba parte de la Panaca Real puesto que debía formar su propia panaca. No sería de extrañar que los incas que se trasladaron Europa a recuperar la mallqui de Rascar Capac (Chiquito y los demás) justamente fuesen parientes suyos.
Todo esto les dio igual a la expedición europea y por ello lo pagaron, vaya si lo pagaron duramente con enfermedad y sufrimiento.
En todo caso, tal como se había profetizado un deslumbrante rayo volatilizó los restos del Inca, por lo que podemos estar tranquilos, seguros de que Rascar Capac ya no anda entre nosotros…

… o tal vez sí.
Hasta pronto